“En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra era Dios… la Palabra hizo todo, era vida, era luz, se hizo carne y acampó entre nosotros…”. Dios cumple su palabra; a lo largo de los siglos se fue comunicando con los hombres a través de los primeros padres, los jueces, los profetas y al final se hizo carne en su Hijo Jesús. Por eso escuchar la Palabra de Dios no es sólo oírla o tenerla como referente; es algo más, es encarnarla, hacerla realidad como se hizo realidad en el Niño de Belén.